Cuando recuerdo mi niñez, evoco los aromas, comidas, canciones y costumbres que me acompañaron en casa de mis abuelos Mirko Radočaj y Marija Cavrak.
Marija Cavrak, hija menor de Janko Cavrak y Kata Maglicić, nació el 7 de septiembre de 1922, en una familia de campesinos. Mi abuela amaba la naturaleza y siempre recordaba con amor los trabajos en el campo que junto a su hermano Jure Cavrak realizaban. Era muy buena bailarina y muy divertida, le gustaba ir a los bailes en el pueblo. Siempre decía que iban a bailar con su vecino y amigo y el gran amor de su vida, con quien finalmente se casó Slavko Perak. Se convirtieron en padres de mi tío Ivan Perak, pero a los 6 meses, mi abuela enviudó. También transmitía con mucha tristeza y dolor, cuando encontraron el cuerpo de su amado fusilado en el río.
Marija con 22 años, viuda y con un bebé de 6 meses siguió trabajando con sus padres en el campo y aun así cautivaba con su belleza. Así es como Mirko, un vecino, se enamoró de ella.
Mirko Radočaj, nació el 23 de junio de 1923; hermano de Tomo, Josip e Ivan e hijo de Mara y Josip; en Radočaji selo, Generalski stol. Mi abuela lo describía como un hombre fuerte, buen mozo y muy trabajador por lo que luego de un tiempo se casaron. Se convirtieron en padres de Zvonko Radočaj y siguieron trabajando todos en el campo.
Incluso Zvonko e Ivan colaboraban cuidando los animales, siempre relataban que se iban a cuidar las cabras y que Ivan salvó a Zvonko de que no lo mordiera una víbora. Cuando ellos tenían 6 y 12 años respectivamente, mi bisabuelo Janko, les envío los pasajes para que vinieran a vivir a Cutral-Có, provincia del Neuquén, Argentina.
Janko trabajaba en YPF, en Plaza Huincul, y como muchos croatas había venido a Argentina en búsqueda de mejores oportunidades, vivió un tiempo en Comodoro Rivadavia y luego se instaló en Cutral-Có, compró un terreno y fue enviando los pasajes para que su familia también emigrara. En un primer viaje vinieron mi bisabuela Kata y mi tío Ivan.
Ya estaba todo listo para que Mirko, Zvonko y Marija viajaran el 3 diciembre de 1956, a bordo de la nave Andrea C, de la compañía Giacomo Costa, que partiría desde Génova a Buenos Aires; pero había un detalle que a mi abuela le preocupaba: estaba embarazada de mi madre y temía que no la dejaran subir al barco y tuviera que quedarse sola y a punto de parir. Siempre nos decía que se cubrió el abdomen con una frazada (la cual aún posee mi madre) y se vistió con mucha ropa para disimular su embarazo.
Así es como el 12 de diciembre de 1956 nace mi madre María Teresa Radočaj, y 10 días después fue bautizada en el barco; según consta en el certificado de bautismo, con coordenadas longitud 14°,39´W y latitud 33°, 14´N; siendo padrino el capitán Egidio Acquavone y madrina, su esposa Matilde Von Kisky.
Finalmente, toda la familia se reencontró en Cutral-Có y con mucho esfuerzo edificaron su casa y un mercado de barrio “El Delta”, ubicado en la esquina de calles Córdoba e Hipólito Irigoyen. Mi abuela y mi bisabuela se encargaron de ayudar en la construcción ya que mi bisabuelo y abuelo no disponían de tiempo para supervisar las obras porque trabajaban en el campo para empresas petroleras.
En 1959 nació mi tío Jorge (Jure) Radočaj y todos fueron escolarizados, aunque siempre Zvonko e Ivan recordaban lo difícil que fue aprender un idioma nuevo y concurrir a clases y alfabetizarse. En su casa hablaban croata, a mis abuelos también les costó el idioma y más que nada a mi abuela, ya que tenía que aprender a hablarlo, escribirlo y leerlo para poder atender en el mercado.
A mis bisabuelos no los conocí, pero mi madre tiene un gran recuerdo y un gran lazo afectivo con su abuela Kata, ellos fallecieron con un intervalo de meses; primero el bisabuelo después de fracturarse la cadera y creen que mi bisabuela murió tiempo después de tristeza.
Allí donde ellos pusieron cimientos, en la casa de calle Córdoba 16; es donde transcurrió gran parte de mi infancia. Había un paredón y una puerta azul por la cual ingresábamos a un pequeño patio donde mi abuela poseía sus plantas y flores y se llegaba a la cocina que, pasillo por medio, tenía la puerta de ingreso interno al mercado.
En esa cocina disfrutábamos de ver la preparación de muchos platos, pero el más significativo era el chucrut. Para ello dedicaban todo un día a cortar el repollo y preparar los tachos que, al finalizar cada capa de sal y repollo, cubrían con una tela y un botellón de vidrio lleno de agua para que hiciera peso. Había una habitación especial donde se realizaba el proceso de fermentación, y yo con pocos años de vida, le pedía a mi abuela que me saque el repollo para comerlo como ensalada antes de que estuviera listo, me gustaba la acidez del mismo. Para acompañar el chucrut elaboraba un pan de polenta, que parecía una torta, ya que la cortaba en porciones triangulares y lo usábamos para “sopar” en el plato; lamentablemente nunca pudimos replicar su receta.
Además, mi abuela preparaba pan de manzana y canela y también de anís y queso y sobretodo, cuando era tiempo de Pascua. Siempre llevaba los panes para compartir en la misa de los jueves de la última cena. Los domingos de Pascua nos preparaba huevos de gallina con las cáscaras teñidas con remolacha o cebolla colorada y pintados a mano por ella con alguna carita o sonrisa, ese era nuestro regalo.
Mi hermana María de los Ángeles y yo, pasábamos mucho tiempo con mi abuela y mientras ella nos relataba sus historias y cosía en su Singer, nosotras sacábamos del armario, los pañuelos, vestidos (nošnja), carteras y fotos que mi abuela tenía. Nunca aprendimos a bordar, pero sabemos que Marija y Kata eran excelentes bordadoras, ya que aún conservamos sus manteles bordados con hermosos diseños coloridos.
También nos intrigábamos por los baúles y el acordeón del bisabuelo Janko que habían traído desde Croacia, siempre estaban guardados y para nosotras era un misterio. En el living había un tocadiscos y algunos discos de música croata. Aprendimos algunas canciones, que a veces cantábamos en los almuerzos de domingo. Hoy sólo recordamos 3 letras “Kad se cigo zaželi pečenih kolača On pošalje ciganku da po selu vrača”; “Ja sam sirota, nemam nikoga, samo jedno crno oko koga volim ja” y “Jagode, jagode rado bi te varala ali nemam dragana, kamu bite dala”.
Además, escuchábamos atentamente cuando los abuelos hablaban en croata, y algunos insultos también, sobretodo, cuando en la tele mostraban noticias de la batalla de Vukovar o de la guerra en Bosnia. Era muy lindo cuando recibían una carta o tarjeta para Navidad y cuando ellos contestaban en su idioma y nos traducían lo que decían. También se alegraban al recibir un llamado de su sobrino Janko que vivía en Toronto, y con el cual podían hablar en su idioma. No era nada fácil para ellos, siempre les brotaban lágrimas de alegría, pero también de nostalgia.
Nunca regresaron a su tierra natal, Marija falleció en 1997 y Mirko en 2001. Mi tío Ivan Perak continuó promoviendo nuestras raíces croatas, él tuvo la oportunidad de viajar 3 veces a Croacia, y en 2014 viajaron con mi madre, quien pudo recorrer Radočaji selo, la casa de mis abuelos y conocer un poco de su historia. Quedó un viaje pendiente con mi tío quien también falleció en 2019.
Como mis lazos están vivos, hoy los reivindico mediante el baile con el Conjunto de danzas croatas Veseli; del Hrvatski Dom Croatas en Mendoza. Con mis amigos bailamos, nos divertimos y compartimos historias similares, ya que así lo dice la frase Krv nije voda.
Carola Noemí Rodriguez Radocaj (37) medica pediatra