Al decir de familia, mi vida comienza en un atardecer muy tórrido de verano bajo el cielo nuboso de un sureño mar. Las caracolas anodinas y traviesas me depositaron suavemente en los brazos de mi madre, que ansiosa y abnegada esperaba mi llegada.

Atenta a su alrededor, mi abuela Matilde Hraste cuidaba de mis hermanas mayores que impacientes jugaban en la orilla de un mar muy revuelto que presagiaba tempestades. Esa debe ser el motivo de mi amor por los días llu-viosos y de intensos vientos.

 

   Matilde Hraste

 

Mi abuelo Giorgio Hure, sentado cerca de mi padre, le contaba historias de Split Croacia su amada Tierra natal, mientras construía una maqueta de barcos iguales a los que construía con su familia. De esa manera pensaba que podría distraer a su yerno a punto de ser papá.

Así, abuelo Dide, como lo llamaban en casa, llegó a este Mundo en 1849 como consta en su Partida de nacimiento en Brusje. Recordaba el color azulino se su mar y el aroma a lavandas, romeros, olivos y vides que nacían en su Hvar natal. Contaba mi padre que sus ojos lagrimeaban profusamente cuando sus laboriosas manos construían artesa-nías de madera y pequeñas naves con maestría profesional.

 

  Brusje

 

Era muy detallista hasta la perfección. Estos navíos eran pequeñas obras de arte que le insumían horas de trabajo. Rememoraba así a su padre en el astillero de la familia y su incesante trabajo

naviero. El mar, siempre el mar. Su oleaje era la canción de cuna que lo acom-pañó en su lejana niñez.

Mas tarde fue la imagen permanente y el telón marino en sus horas de aprendizaje junto al autor de sus dìas que lo guiaba en el camino de amal-gamar las piezas de un buque.

Pero no solo amaba el arte de trabajar la madera, también era un gran lector e intercambiaba obras clásicas con novelas románticas, pues así era él, siempre con semblante soñador y con atisbos de tristeza en su mirada. Tal vez porque su destino fue surcar otros mares.

 

Mucha pena siento, porque no dieron los tiempos de tenerlo a mi lado. Mis padres tuvieron que dejar el Sur (Bahila Blanca) cuando yo era muy niña (4) pues el aire frío y húmedo del mar dañaban mi salud.

Así fue que su historia fue narrada siempre en el ámbito familiar, por madre y tías que también emigraron a Buenos Aires.

Dide llegó a Argentina con pasaporte austríaco allá por el 1860 y que, a la inversa de su compañero de viaje Nicolás Mihanovich que dedicó su tiempo a la construcción de grandes navíos y fortaleció su imperio, él optó por sus famosa maquetas similares a los de su Tierra.

Cuentan que tiempo después, ya grande, vecinos y amigos y gente de la Base Naval le pidieron que les construyera maquetas de barcos y así lo hizo. Fue muy reconocido por sus trabajos. Para cada miembro de la familia nos dejó su legado.

Siempre recuerdo un pequeño banquito de madera que construyó para que yo me sentara. No me desprendía de esa belleza artesanal y cómoda. Donde iba lo llevaba, y al pasar los años, lo usaba de apoyo para mis pies . Hoy mantengo ese recuerdo y no pueden faltarme sus réplicas que se adaptan a la decoración. Esa reliquia con tristeza se quebró un día lejano.

Pero también prendió en mi historia el sabor de las novelas románticas y la escritura de poemas, y por esa razón mi querido Dide agradezco tu herencia. No soy laboriosa con mis manos , pero adoro las letras.

Con tristeza y pesadumbre a mi abuela Matilde Hraste no llegué a conocerla pues se fue cuando yo no había nacido, solo mantengo el recuerdo de la canción de cuna que me cantaba mi madre como se la cantaban a ella. Creo que es una canción tìpica croata. Al menos aun hoy recuerdo su melodía y palabras que no puedo pronunciar.

Contaba la familia que era muy laboriosa, como todas las mujeres de esa Tierra. Sus carpetas tejidas al crochet y todas sus labores enseñó a sus hijas con esmero y cariño.

Era también buena cocinera y llevaba muy bien su casa. Mucho más no conozco su historia.

Con Dide tuvieron siete hijos: Mateo, Magdalena, Margarita ( mi madrina) María Herminia (mi madre) Mercedes , Matilde y María Elena. Todas ellas excelentes en sus labores y en la cocina, así como eximias lectoras. Siempre pensé que mis tías llevaban de primer nombre MARIA como mi abuela, cosa que nunca pude comprobar.

Amaron tanto su nueva Tierra y estaban tan agradecidos que decidieron educar a su familia con el idioma español y solo el matrimonio hablaba el de sus orígenes.

 

Mi abuelo paterno Miranda se fue cuando yo era muy niña y era militar.

Mi abuela Desideria Sánchez, era muy bella y la llamaban » La Pulpera de Santa Lucía » por sus maravillosos ojos celestes. Sus padres cultivaban grandes extensiones de naranjales en la Pcia de Corrientes y ella aprendió de niña esa labor, pero luego se casó muy jòven y se dedicó a su familia.

 

Llegué a Buenos Aires muy pequeña con mi padres y dos hermanas 10 y 14 años mayor que también hacìan de madres. Mi niñez fue muy feliz. Mi padre, marino y adorador de su club deportivo calamar me enseñó a venerar esos colores. Tiempo después me enterè que amaba  escribir y encontré artìculos firmados para varios diarios.

Mi madre y sus hermanas se casaron con marinos argentinos, por lo que no se hablaba el idioma croata, solo cuando venían parientes o en fiestas de la comunidad. Lamentablemente al ser yo muy pequeña solo recuerdo mi impotencia al no entender el idioma.

Vivíamos a unas cuadras de parientes de Dide llamados Hure que tenían una Farmacia de barrio y era punto de reuniones familiares.

Mi madre tenía manos de oro. Era modista y diseñadora. Como éramos mu-chas primas nos confeccionaba modelos para todas las ocasiones. Diseñó y confecciono el vestido de novia para nosotras tres. También vistió y diseño el ajuar matrimonial de mi mejor amiga. Junto a mi Tía Matilde realizaban bellos vestidos para la fría y luego mi padre la presento a mi tía al Taller de costura de SADOS (mutual militar) donde llegó a dirigirlo.

Mi madre en sus horas libres tejía bellísimas carpetas de puntillas crochet y ropa en dos agujas. Cuando se reunían en casa con sus hermanas llegaban con sus agujas y marcos para bordados. Aún tengo carpetas de su autoría en los rincones de mi hogar. Como extraño sus labores y los vestidos que me preparaba para diferentes ocasiones. Nunca me dajaba repetirlos.

 

  Carpetas de mi madre

 

Los domingos o fechas especiales nos reunía a una mesa de comidas y postres croatas como Goulash y masitas dulces almibaradas. Le gustaba amasar pastas que hacía las delicias de chicos y grandes.

Pero lo más interesante era sentarnos a la gran mesa con tías y primas que siguieron la docencia y se lograba intercambiar temas de toda índole. En esos momentos surgían las infaltables anécdotas, historias y leyendas de los abuelos allá en su amada Isla de Hvar. Como las más pequeñas eran mi prima Susana y yo nos decían que èramos princesitas descendientes de Sissi Emperatriz y que el Blason del abuelo Hure lo tenían muy guardado. En fin, siempre nos gustó pensar que era realidad.

 

Pasaron los años, las tres hermanas formamos nuestras familias y se fue perdiendo el contacto con la comunidad al casarnos con argentinos. Las reuniones ya con mis hijos y primos se mantuvieron con sus tradiciones en charlas y comidas que no se olvidan con el tiempo. La vida pasa y como último recuerdo genuino de esa historia fue la visita de una Tía segunda Marìa Hure , pintora que llegó de Split para depositar en mis manos su último cuadro de su bello mar. Está expuesto en un rincón privilegiado de mi living como homenaje a la Tierra de mis ancestros.

 

  Pintura de Maria Hure

 

En un período de mi vida y con una hermana cosmetóloga armamos una Sociedad de Cosméticos a la que llamamos HJELKA , en memoria de los abuelos y para con-tinuar con la tradición de mi madre que nominó a su Taleer con el nombre de MA-RITZA como solían llamarla. Más tarde incursioné en la política ya que desde muy pequeña lo vivía en mi familia. Al mismo tiempo la practicaba haciendo docencia en ONG y en la comunidad. En la actualidad como educadora estoy involucrada en el tema ambiental tratando de concienciar en la problemática del Cambio Climático.

 

 

A medida que los abriles nos persiguen , es cuando más se extraña a los que ya se fueron pero siempre están y nos guian en el camino a seguir. Es cuando màs nece-sitamos recrearnos en nuestras raíces . Gracias a la maravilla de la tecnología logrè conectarme nuevamente con la comunidad y así volver a sentir con profunda emoción la alegría de conocer nuestra identidad. Hoy comparto publicaciones de varias Organizaciones y así traté de conectarme con gente que me tramitó la Partida de nacimiento de mi abuelo Dide. Comencé a leer con más fluidez la historia de su Tierra de valientes que ansiaban liberarse del yugo de sus cadenas Tuve la alegría que una de mis nietas fue a Croacia y vino maravillada. Me trajo como obsequio su escudo que luce hoy en mi escritorio con gran orgullo de pertenencia.

En forma reciente recibí invitación para asistir al Club Social y Cultural de San Telmo y me produjo gran emoción sentir el carisma afectuoso de esa preciada comunidad que con tanto afecto trata a todos los de su Tierra.

 

Jorgelina Miranda Hure Hraste
Educadora Ambiental
Comisión de Cambio Climático para Cancillería Argentina
Rotaria International
Vivo en Olivos Vicente López República Argentina