Mis abuelos Ivan i Jelena Acá ellos eran Juan y Elena, nacieron en Trnbusi y Dolac Gornji. Llegaron a la Argentina en algún barco, porque no pude encontrar sus nombres en los registros del CEMLA. Sólo confirmé que en 1909 contrajeron matrimonio en la localidad de Acebal, provincia de Santa Fe, en un tórrido día de enero. Diez meses después nació mi tía mayor, María. Y así fueron sucediéndose la llegada de sus diez hijos: Catalina, Pedro, Esteban, Mateo, Dominga, Lucía, los mellizos Juan y Elena, Andrés (falleció siendo bebé), el último – mi padreNorberto en 1925. Lamentablemente cuando él tenía tan sólo10 añitos falleció el abuelo Juan. El tiempo transcurrió y ocho de los hermanos ( 5 varones y 5 mujeres) fueron contrayendo matrimonio con croatas. Todos tuvieron dos hijos, a excepción de mi tío Esteban que tuvo 3 hijos. La abuela Elena llegó a conocer a sus nietos, pero lamentablemente no a mí, que soy la más pequeña de la familia. Tengo hermosos recuerdos en distintas reuniones con la inmensa familia. En la chacra de mis tíos Dominga y Juan, en Chovet, se hacían grandes asados para todos. En la siesta mis tíos y primos mayores jugaban al Truco o a la Taba. A veces, niña yo, me permitían hacer algún tiro. Transcurrieron los años y me viene a la memoria, fines de semana junto a los tíos. La casa tenía el piso de tierra, la cocina era alimentada a leña o marlos. A la tardecita me bañaban en el baño que estaba fuera de la casa. Me hacían “upa” hasta la marlera, para no ensuciar mis pies, y esperaba ahí antes de enviarme a dormir. Bajo la cama tenía la pelela por si me despertaba para hacer pis. Casi todo se producía en la chacra, conservas, dulces, chacinados, etc. Cosechábamos frutas del monte, los huevos del gallinero y todos los vegetales del huerto. En invierno se carneaba un cerdo para jamones, salamines, chorizos en grasa, morcillas, bondiolas y latas con cueritos y huesitos. Al costado de la cocina estaba la despensa, donde colgaban los fiambres, y en los estantes podías encontrar frascos con frutas en almíbar y todo tipo de conservas. Cuando nuestras visitas eran inesperadas, tía cortaba sus tiernas acelgas y se transformaban en un exquisito SOPARNIK, podía carnear un pollo, o tener una inmensa sartén para fritar papas en grasa, y después seguía una docena de huevos fritos. Los desayunos eran gloriosos: un tazón gigante de mate cocido, una rodaja de pan (nunca fresco, se comía el que iba quedando) con manteca y algún dulce, todo casero. Por la tarde se repetía la ceremonia en la merienda combinada con rodajas de jamón crudo y queso; y cuando bajaba el sol, encendían los “sol de noche” dado que no había electricidad. Los domingos tío solía prepara el sulky con el viejo caballo e íbamos a visitar a otros croatas de chacras vecinas. Me llamaba la atención que hablaban en un idioma “raro” para mí, pero siempre, estaban alegres.

Son los recuerdos más maravillosos que tengo de mi infancia.

Griselda Zeljkovich, presidenta de Asociacion croata de Venado Tuerto