Marko Sladić nació el 11 de enero de 1896 en Plastovo, una pequeña localidad cerca de Šibenik, Croacia. Con el paso de los años y debido a las duras condiciones de vida en su tierra natal tomó la decisión de emigrar a Sudamérica.
De acuerdo con el pasaporte que obra en mi poder —sellado y visado—, Marko se embarcó hacia la República Argentina en 1929 desde el Puerto de Bremen. Para entonces, ya había completado todos los requisitos exigidos por las autoridades competentes después de abonar los sellados y estampillados cuyo valor eran de 3 Pesos Oro, quienes aprobaron oficialmente su migración hacia tierras argentinas, lo cual haría el 16 de abril de 1929.
Según consta en el Certificado de Arribo, con 33 años desembarcó en Buenos Aires, Argentina, el 18 de mayo de 1929, a bordo del buque Madrid, portando la nacionalidad yugoslava/S.H.S.
Poco después se dirigió a la Provincia de Córdoba donde vivían algunos paisanos que habían arribado antes. Luego de reunirse con ellos, se alojó en una casa donde alquiló una habitación y al día siguiente se levantó temprano y salió a buscar trabajo.
Era una mañana soleada y a lo lejos divisó una altísima chimenea que despedía humo, se dirigió entonces hacia allí y pudo ver que era la chimenea de la Usina de Energía de Córdoba (lo que hoy se conoce como EPEC). Como era cabo foguista, función que había desempeñado en un barco alemán, se dirigió confiado al portón de entrada desde donde partía una larga fila de hombres buscando empleo; el capataz, de acento alemán, lo recibió y como él hablaba varios idiomas se dirigió a él directamente en alemán y le pidió trabajo diciéndole que había servido en un barco de bandera alemana. Ante el asombro de todos los que esperaban ser llamados él obtuvo el puesto. Siempre contaba que él consiguió un trabajo que otros rehusaban: que consistía en palear carbón de piedra (hulla) para alimentar los hornos.
Sus jornadas eran de doce horas con una paga de 1 Peso por día, relataba que ese dinero lo dividía en: 10 centavos para alojamiento, 10 centavos para comer y el resto para ahorrar y así poder traer a su esposa, Bozic Rosko, (su nombre luego sería castellanizado y quedaría como Natalia Rosko) y a sus dos hijos, Ante y Kate Sladić (Antonio y Catalina también castellanizados). Siete años más tarde, en 1936, logró finalmente reunir a su familia en Argentina. Él conservó ese trabajo hasta el día de su jubilación.
Antes de emigrar había realizado diferentes labores en Plastovo para alimentar a su familia, había trabajado como ayudante en la construcción, como agricultor y también se desempeñó en la usina que estaba instalada en lo que hoy es el Parque Nacional Krka, (la primera usina hidroeléctrica de Europa).
Mi padre recordaba con nitidez como todos los días recorría a lomo de burro unos 10 kilómetros desde Plastovo hasta la usina para llevarle el almuerzo a su padre, Esta historia de vida fue real y contada en varias ocasiones por mi abuelo y mi padre, y hoy con profunda nostalgia, las revivo en mi corazón.
Dejo este testimonio de vida, sacrificio y desarraigo de la familia y de la patria (por la que sentía un enorme respeto y orgullo, así lo transmitía con emoción) como un legado a las nuevas generaciones para que conozcan el sacrificio que hicieron nuestros abuelos y padres para brindarnos un mejor bienestar. Hoy la cuarta generación de aquel inmigrante croata irrumpe con el mismo vigor en este maravilloso país, orgullosos de llevar en sus venas sangre croata.
Mario Antonio Sladic (Misiones)