En lo profundo del corazón de Croacia, un encantador pueblo se mecía al ritmo de sus calles empedradas y casas de paredes de caliza y techos rojos, como si fuera un cuento de hadas que cobraba vida. En este lugar de belleza atemporal, la familia de Toma había arraigado sus raíces durante generaciones, tejiendo una red de historias y recuerdos que perdurarían por siempre.

 

 

La dura vida de Zagvozd en las fotos de Stanko Karaman

 

Todo comenzó en el remoto 1928, cuando el abuelo Toma, un hombre de espíritu audaz y determinado, decidió despedirse de su amada Zagvozd en busca de un futuro prometedor llegando a la Argentina un 8 de marzo de 1928. Con una maleta repleta de sueños y esperanzas, se aventuró hacia tierras desconocidas, llevando consigo el coraje de aquellos que se atreven a forjar su propio destino.

Dos años más tarde, en 1930, llegó a su nueva patria la Argentina, Miljenko, el hijo de Toma y Ana, su amada esposa. Juntos, cruzaron fronteras en busca de nuevas oportunidades, encontrando cobijo en Pavón Arriba, provincia de Santa Fe, donde Toma ya había construido un hogar cálido y acogedor para esperarlos. En ese lugar, cada callejón resonaba con los ecos de sus risas y cada esquina guardaba la esencia de su tierra natal.

Hasta que en el año 1936 compra un campo en Chovet, a lo largo de los años, la familia prosperó en el campo de Chovet, donde cultivaron la tierra con amor y compartieron momentos de alegría y sacrificio. A pesar de haber hallado un nuevo hogar en tierras argentinas y haberse agrandado la familia, el corazón del abuelo seguía anhelando el regreso a Croacia, donde la familia que dejó atrás lo aguardaba con los brazos abiertos.

Pero el sueño más profundo del abuelo siempre fue retornar a los brazos de su familia en Zagvozd, y así lo planeó con un pasaje en mano. Sin embargo, el destino tenía otros planes y una enfermedad se cruzó en su camino, impidiendo el viaje que tanto ansiaba y dejando una promesa sin cumplir que pesaba en el corazón de todos los suyos.

Fue así como, en un día cargado de emociones y añoranzas, llevé a mi padre de sorpresa dónde ni en broma se imaginó lo que viviría ese día en emociones, Miljenko, de 81 años, después de almorzar en Santa Teresa lo invite a que me acompañara a visitar a un amigo, no sospecho que mi intención era llevarlo de vuelta a Pavón Arriba, el lugar que fue testigo de su infancia y que a pesar de la cercanía geográfica, contando con los medios y donde en varias oportunidades pasó a escasos 10 km donde lo recibieron a su llegada y nunca volvió a visitar. Allí, entre lágrimas de emoción, revivió los recuerdos de su juventud y se reencontró con Jakob, su amigo de la infancia con quien compartió risas y aventuras hacía más de siete décadas que no se veían y disfrutaron de la charla como si se hubieran visto siempre.

Transitaba finales del año 1984 cuando me gano dos pasajes a España con pensión completa y les regalo el voucher a mis Padres Jorgelina y Miljenko pudieran después de visitar España llegar a Croacia a visitar a sus tíos, primos, fue así que al venir a visitarlos les pregunto cuándo harían el viaje, a lo que papá me responde pregúntale a tu mamá, al hacerlo me dice después hablamos, a lo que requerí una respuesta y mamá me cuenta que había vendido el voucher.

Los años pasaron y la familia nunca pudo materializar el viaje que el abuelo tanto anhelaba, hasta que decidimos con Liliana y mi hija Yamila honrar su memoria. El 22 de septiembre de 2022, junto a Liliana, Yamila y mi prima Mónica, emprendimos el viaje hacia Europa, explorando Italia, Kotor y las islas griegas, mientras sentíamos la presencia reconfortante del abuelo en cada paso que dábamos.

Finalmente, el 11 de octubre cuando arribamos a Split, mientras deambulábamos por sus calles, una sensación de paz y conexión nos envolvió. Era como si el espíritu del abuelo estuviera presente, guiándonos en la búsqueda de nuestras raíces familiares. Y así fue como, al cargar combustible en una estación de servicio por la autopista a Dubrovnik el segundo día desde nuestro arribo, le comento a la señorita que se encontraba en la caja que, mi papá había nacido en estas tierras, me pregunta dónde? le digo que en Zagvozd y me manifiesta que ella era de Zagvozd; me pregunta cómo se llama mi papá, le cuento que él había fallecido sin volver a su lugar de nacimiento, y que se llamaba Miljenko Gaće mi papá; Me dice que ella era de apellido Gaće y vivía en  Zagvozd, sin querer nos encontramos con una prima en su lugar laboral y que no conocíamos; me emocioné de tal forma que me quede sin palabras, sellando el comienzo del viaje con un emocionante encuentro.

Desde el momento en que comenzamos nuestro viaje, sabíamos que sería especial. Aunque teníamos el timón en nuestras manos, guiando nuestro camino según lo planeado, la ansiedad a veces nos abrumaba. Sin embargo, éramos cuatro, desbordantes de felicidad y conscientes de algo fundamental, la felicidad no reside en un cielo sin nubes ni en un camino sin obstáculos, sino en nuestra capacidad de encontrar belleza en cada etapa del viaje.

Cada recodo del camino nos brindaba un magnífico regalo, invitándonos a reflexionar sobre el conocimiento y los sentimientos que componen nuestras familias. Recordábamos con cariño a nuestros queridos familiares que conocimos en el viaje, aprendiendo de ellos valiosas lecciones. No se trataba solo de disfrutar del reconocimiento, sino también de encontrar satisfacción en celebrar la oportunidad de visitarlos y vivir plenamente cada minuto en Croacia.

Lo vivido fue verdaderamente maravilloso; sentíamos que estábamos destinados a experimentarlo como una fiesta en cada lugar que visitábamos. Nos encontrábamos felices al despertar cada amanecer, rodeados del cariño de la familia. Aprendimos a enfrentar nuestras emociones con valentía y a aceptar los relatos de aquellos que migraron y cuyas historias desconocíamos por completo.

En nuestros primos croatas encontramos un amor familiar recién descubierto, agradecidos de cada uno de los miembros de las familias de la Isla de Hvar, como el cariño recibido ´por la familia de Makarska, que nos recibieron con los brazos abiertos y nos brindaron todo lo que tenían. En cada uno de ellos encontramos alegría, haciendo que nuestra estadía fuera aún más memorable. Descubrimos que, a pesar de las vicisitudes de la vida, esta sigue siendo un maravilloso espectáculo, lleno de momentos para recordar atesorar y explorar con pasión y determinación.

Así, entre recuerdos y esperanzas, nuestra familia siguió adelante, llevando consigo el legado de aquellos que nunca dejaron de creer en el poder del amor y la unidad. Y mientras el sol se despedía en el horizonte, una luz de esperanza brillaba en el cielo, recordándonos que, aunque los caminos de la vida puedan ser largos y tortuosos, siempre nos transportarán de regreso a casa, donde el amor siempre prevalece.

 

Raíces y Recuerdos

Por Miguel Angel Gaće

Garbarino 846

2600 Venado Tuerto